lunes, 27 de abril de 2015
DESDE MI VENTANA. AL SERVICIO DE LA PALABRA: VIEJOS ESCRTOS
DESDE MI VENTANA. AL SERVICIO DE LA PALABRA: VIEJOS ESCRTOS: Y ME HABLÓ LA MADERA El taller en cuestión tenía unos portales de madera vieja en la que aparecían de forma destacada muchos herrajes. Un...
Fundamentos teológicos de la predicación | Teología e Historia
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Fundamentos teológicos de la predicación
3 marzo, 2014
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Por: Juan Stam
El mensaje de la cruz es una locura para los que se
pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros,
este mensaje es el poder de Dios… Ya que Dios, en su sabio designio,
dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a
bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen…
Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los
gentiles, pero para los que Dios ha llamado, es el poder de Dios y la
sabiduría de Dios. Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría
humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana…
pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros,
este mensaje es el poder de Dios… Ya que Dios, en su sabio designio,
dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a
bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen…
Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los
gentiles, pero para los que Dios ha llamado, es el poder de Dios y la
sabiduría de Dios. Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría
humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana…
Yo mismo, hermanos, cuando fui a anunciarles el
testimonio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y sabiduría. Me
propuse, más bien, estando entre ustedes, no saber de alguna cosa,
excepto de Jesucristo y de éste crucificado (1 Cor 1:18-2:2).
La
predicación, en su sentido bíblico y teológico, es mucho más que sólo la
entrega semanal de una homilía religiosa, con todo respeto por la
importancia del sermón. Es más que una conferencia teológica o una
charla sicológica o social. Es aun más que un estudio bíblico, elemento
esencial de toda la vida cristiana. Entonces, ¿En qué consiste la
esencia y el sentido de la predicación?
testimonio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y sabiduría. Me
propuse, más bien, estando entre ustedes, no saber de alguna cosa,
excepto de Jesucristo y de éste crucificado (1 Cor 1:18-2:2).
La
predicación, en su sentido bíblico y teológico, es mucho más que sólo la
entrega semanal de una homilía religiosa, con todo respeto por la
importancia del sermón. Es más que una conferencia teológica o una
charla sicológica o social. Es aun más que un estudio bíblico, elemento
esencial de toda la vida cristiana. Entonces, ¿En qué consiste la
esencia y el sentido de la predicación?
El griego del NT emplea básicamente tres términos
para la predicación. El más común es kêrussô (proclamar), y su forma
substantivada, kêrugma, ambos derivados de kêrux (heraldo; cf. 1 Tm 2:7;
2 Tm 1:11; 2 P 2:5). En el vocabulario teológico moderno se ha creado
también el adjetivo "kerigmático", lo que tiene que ver con la
proclamación del kêrugma. Otros conjuntos semánticos son euaggelizô
(anunciar buenas nuevas), junto con euaggelion (evangelio) y
euaggelistês (evangelista) y kataggellô (anunciar) también de la raíz
aggelô (llevar una noticia; Jn 20:18) y aggelos (ángel, mensajero). En
todos esos vocablos se destaca el sentido de proclamar una noticia o
entregar un mensaje. La predicación no consiste esencialmente en
comunicar nuevas ideas sino en narrar de nuevo una historia, la de la
gracia de Dios en nuestra salvación, y esperar que por esa historia Dios
vuelva a hablar y a actuar.
para la predicación. El más común es kêrussô (proclamar), y su forma
substantivada, kêrugma, ambos derivados de kêrux (heraldo; cf. 1 Tm 2:7;
2 Tm 1:11; 2 P 2:5). En el vocabulario teológico moderno se ha creado
también el adjetivo "kerigmático", lo que tiene que ver con la
proclamación del kêrugma. Otros conjuntos semánticos son euaggelizô
(anunciar buenas nuevas), junto con euaggelion (evangelio) y
euaggelistês (evangelista) y kataggellô (anunciar) también de la raíz
aggelô (llevar una noticia; Jn 20:18) y aggelos (ángel, mensajero). En
todos esos vocablos se destaca el sentido de proclamar una noticia o
entregar un mensaje. La predicación no consiste esencialmente en
comunicar nuevas ideas sino en narrar de nuevo una historia, la de la
gracia de Dios en nuestra salvación, y esperar que por esa historia Dios
vuelva a hablar y a actuar.
La predicación y el reino de Dios: Al estudiar los
aspectos y dimensiones de esta tarea kerigmática, nada mejor que
comenzar donde comienza el NT. Juan el Bautista vino predicando en el
desierto, "Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca" (Mt
3:1), y Jesús llegó con el idéntico mensaje, según Mt 4:17 (cf. Mr
1.14-15). Jesús comisionó a los doce a proclamar el mismo mensaje (Mt
10:7; Lc 9:2). Más adelante el primer evangelista, escribiendo para los
judíos, describe el ministerio de Jesús con las palabras, "Jesús
recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando (didaskôn) en las
sinagogas, anunciando (kêrussôn) el evangelio del reino, y sanando toda
enfermedad" (Mt 9:35; Lc 8:1; cf. 4:43). Según Lucas, el Cristo
Resucitado también enseñó a los discípulos durante cuarenta días "acerca
del reino de Dios" (Hch 1:3) y de la misión de proclamar ese reino
hasta lo último de la tierra, hasta su venida (1:1-11). El tema central
de los tres primeros evangelios es la llegada del reino de Dios, que con
seguridad refleja el mensaje original de Jesús. Muy relacionado con el
tema del reino, Jesús proclamó también la libertad y la igualdad del
Jubileo (Lc 4:18-19; cf. 7:22).
aspectos y dimensiones de esta tarea kerigmática, nada mejor que
comenzar donde comienza el NT. Juan el Bautista vino predicando en el
desierto, "Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca" (Mt
3:1), y Jesús llegó con el idéntico mensaje, según Mt 4:17 (cf. Mr
1.14-15). Jesús comisionó a los doce a proclamar el mismo mensaje (Mt
10:7; Lc 9:2). Más adelante el primer evangelista, escribiendo para los
judíos, describe el ministerio de Jesús con las palabras, "Jesús
recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando (didaskôn) en las
sinagogas, anunciando (kêrussôn) el evangelio del reino, y sanando toda
enfermedad" (Mt 9:35; Lc 8:1; cf. 4:43). Según Lucas, el Cristo
Resucitado también enseñó a los discípulos durante cuarenta días "acerca
del reino de Dios" (Hch 1:3) y de la misión de proclamar ese reino
hasta lo último de la tierra, hasta su venida (1:1-11). El tema central
de los tres primeros evangelios es la llegada del reino de Dios, que con
seguridad refleja el mensaje original de Jesús. Muy relacionado con el
tema del reino, Jesús proclamó también la libertad y la igualdad del
Jubileo (Lc 4:18-19; cf. 7:22).
Aunque el tema del reino es menos presente en Pablo y
en el cuatro evangelio, por las nuevas circunstancias culturales y
políticas de su misión, sigue siendo muy importante (cf. Jn 3:3,5;
18:36). La labor misionera de Pablo se describe como "andar predicando
el reino de Dios" (Hch 20:25), y en la fase final de su misión, ya como
preso en Roma, Pablo "predicaba el reino de Dios y enseñaba acerca del
Señor Jesucristo" (Hch 28:31). Es más, Jesús mismo, en su sermón
profético, anuncia que "este evangelio del reino se predicará en todo el
mundo" hasta el fin de la historia (Mt 24:14).
en el cuatro evangelio, por las nuevas circunstancias culturales y
políticas de su misión, sigue siendo muy importante (cf. Jn 3:3,5;
18:36). La labor misionera de Pablo se describe como "andar predicando
el reino de Dios" (Hch 20:25), y en la fase final de su misión, ya como
preso en Roma, Pablo "predicaba el reino de Dios y enseñaba acerca del
Señor Jesucristo" (Hch 28:31). Es más, Jesús mismo, en su sermón
profético, anuncia que "este evangelio del reino se predicará en todo el
mundo" hasta el fin de la historia (Mt 24:14).
La expectativa del reino mesiánico pertenecía hacía
siglos a la tradición judía; lo novedoso del evangelio del reino
consistía en anunciar su inmediata cercanía (Mt 3:1; 4:17). Para Jesús,
el reino no sólo está cerca sino que, en su persona, el reino se ha
hecho presente (Mt 12:28; Lc 4:21; 11:20). Los apóstoles también
proclamaban que los tiempos del reino habían llegado (Hch 2:16; 1 Cor
10:11; 1 Jn 2:18). Por eso, predicar es "decir la hora" para anunciar
que el reino de Dios ha llegado ya. La predicación es la proclamación de
este hecho para interpretar bajo esta nueva luz el pasado, el presente y
el futuro. "La predicación pone siempre en presencia de un hecho que
plantea una cuestión" (Léon Dufour 1973:711). Esta nueva realidad exige
una respuesta específica: arrepentimiento, fe y la búsqueda del reino de
Dios y su justicia (Mat 6:33), o en una palabra, la conversión.
siglos a la tradición judía; lo novedoso del evangelio del reino
consistía en anunciar su inmediata cercanía (Mt 3:1; 4:17). Para Jesús,
el reino no sólo está cerca sino que, en su persona, el reino se ha
hecho presente (Mt 12:28; Lc 4:21; 11:20). Los apóstoles también
proclamaban que los tiempos del reino habían llegado (Hch 2:16; 1 Cor
10:11; 1 Jn 2:18). Por eso, predicar es "decir la hora" para anunciar
que el reino de Dios ha llegado ya. La predicación es la proclamación de
este hecho para interpretar bajo esta nueva luz el pasado, el presente y
el futuro. "La predicación pone siempre en presencia de un hecho que
plantea una cuestión" (Léon Dufour 1973:711). Esta nueva realidad exige
una respuesta específica: arrepentimiento, fe y la búsqueda del reino de
Dios y su justicia (Mat 6:33), o en una palabra, la conversión.
En conclusión: la proclamación del reino es parte
central de la predicación, y también, la predicación es parte esencial
de la dinámica del reino y un agente importante de su realización. Como
señala González Nuñez, "La palabra de Dios es poder activo en la
historia. Pero, además, ejerce en el mundo actividad creadora, empujando
todas las cosas hacia su respectiva plenitud. Visto al trasluz de la
palabra, el mundo se hace transparente… Creadora en el mundo, salvadora
en la historia, la palabra de Dios es una especie de sustento, necesario
para que la vida lo sea plenamente " (Floristán 1983:678). La palabra
creativa de la predicación va acompañando la marcha del reino de Dios.
central de la predicación, y también, la predicación es parte esencial
de la dinámica del reino y un agente importante de su realización. Como
señala González Nuñez, "La palabra de Dios es poder activo en la
historia. Pero, además, ejerce en el mundo actividad creadora, empujando
todas las cosas hacia su respectiva plenitud. Visto al trasluz de la
palabra, el mundo se hace transparente… Creadora en el mundo, salvadora
en la historia, la palabra de Dios es una especie de sustento, necesario
para que la vida lo sea plenamente " (Floristán 1983:678). La palabra
creativa de la predicación va acompañando la marcha del reino de Dios.
La predicación y el Evangelio: Si bien el tema "reino
de Dios" predomina en los evangelios sinópticos, en las epístolas
paulinas, por razones relacionadas con su misión, apenas se menciona el
reino y son muy típicas las frases "el evangelio" y "predicar el
evangelio". Sin embargo, las epístolas de Pablo, por lo menos la mayoría
de ellas cuya paternidad paulina no es cuestionada, son anteriores
cronológicamente a los evangelios sinópticos. En ese sentido, la
enseñanza del reino antecede a las epístolas (por venir del tiempo de
Jesús) y a la vez es posterior a ellas (por la fecha en que fueron
redactados los sinópticos). Eso refuta la tesis de que la iglesia había
abandonado, o disminuido casi totalmente, el tema del reino y lo había
sustituido con "el evangelio". "Reino" y "evangelio" son dos lados de la
misma moneda.
de Dios" predomina en los evangelios sinópticos, en las epístolas
paulinas, por razones relacionadas con su misión, apenas se menciona el
reino y son muy típicas las frases "el evangelio" y "predicar el
evangelio". Sin embargo, las epístolas de Pablo, por lo menos la mayoría
de ellas cuya paternidad paulina no es cuestionada, son anteriores
cronológicamente a los evangelios sinópticos. En ese sentido, la
enseñanza del reino antecede a las epístolas (por venir del tiempo de
Jesús) y a la vez es posterior a ellas (por la fecha en que fueron
redactados los sinópticos). Eso refuta la tesis de que la iglesia había
abandonado, o disminuido casi totalmente, el tema del reino y lo había
sustituido con "el evangelio". "Reino" y "evangelio" son dos lados de la
misma moneda.
La proclamación de las buenas nuevas de salvación es
esencial a la tarea de predicación, tan urgente que Pablo una vez
exclamó, "¡Ay de mí si no predico el evangelio!" (1 Cor 9:16). Más
adelante en la misma epístola, Pablo define "el evangelio que les
prediqué", y que él había recibido, como el mensaje de la muerte,
sepultura y resurrección de Jesús (1 Cor 15:1-4). El anhelo de toda la
vida de Pablo fue el de "proclamar el evangelio donde Cristo no sea
conocido" (Rom 15:20). Toda predicadora fiel puede afirmar con Pablo,
sin titubeos, "no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios
para la salvación de todos los que creen" (Rom 1:16).
esencial a la tarea de predicación, tan urgente que Pablo una vez
exclamó, "¡Ay de mí si no predico el evangelio!" (1 Cor 9:16). Más
adelante en la misma epístola, Pablo define "el evangelio que les
prediqué", y que él había recibido, como el mensaje de la muerte,
sepultura y resurrección de Jesús (1 Cor 15:1-4). El anhelo de toda la
vida de Pablo fue el de "proclamar el evangelio donde Cristo no sea
conocido" (Rom 15:20). Toda predicadora fiel puede afirmar con Pablo,
sin titubeos, "no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios
para la salvación de todos los que creen" (Rom 1:16).
La predicación evangélica es en primer lugar
"predicar a Jesucristo" y "el evangelio de Jesucristo" (Hch 20:24; 2 Cor
4:5; cf. 11:4), como Hijo de Dios (1 Cor 1:19; Hch 9:20), crucificado
(1 Cor 1:23; Gal 3:1) y resucitado (1 Cor 15:11-12; Hch 17:18). En
Gálatas 3:1, Pablo describe su predicación como si fuera dibujar el
rostro de Cristo ante los ojos de los oyentes (kat’ ofthalmous Iêsous
Jristos proegrafê estaurômenos). En algunos pasajes se llama "el
evangelio de Dios" (1 Ts 2:9; 2 Cor 11:7) o "el evangelio de la gracia
de Dios" (Hch 20:24). Con una terminología levemente distinta, se llama
también "el mensaje de la fe" (Rom 10:8; cf. Gal 1:23) o "el mensaje de
la cruz" (1 Cor 1:18). En Efesios 2:17, Pablo describe a Cristo mismo
como predicador del Shalom de Dios (cf. Hch 10:36). En conjunto, estos
textos nos dan el cuadro de un evangelio integral en la predicación.
"predicar a Jesucristo" y "el evangelio de Jesucristo" (Hch 20:24; 2 Cor
4:5; cf. 11:4), como Hijo de Dios (1 Cor 1:19; Hch 9:20), crucificado
(1 Cor 1:23; Gal 3:1) y resucitado (1 Cor 15:11-12; Hch 17:18). En
Gálatas 3:1, Pablo describe su predicación como si fuera dibujar el
rostro de Cristo ante los ojos de los oyentes (kat’ ofthalmous Iêsous
Jristos proegrafê estaurômenos). En algunos pasajes se llama "el
evangelio de Dios" (1 Ts 2:9; 2 Cor 11:7) o "el evangelio de la gracia
de Dios" (Hch 20:24). Con una terminología levemente distinta, se llama
también "el mensaje de la fe" (Rom 10:8; cf. Gal 1:23) o "el mensaje de
la cruz" (1 Cor 1:18). En Efesios 2:17, Pablo describe a Cristo mismo
como predicador del Shalom de Dios (cf. Hch 10:36). En conjunto, estos
textos nos dan el cuadro de un evangelio integral en la predicación.
La predicación y la palabra de Dios: Esa relación
dinámica entre la proclamación y el evangelio del reino implica también
la relación inseparable entre la predicación y la Palabra de Dios. Por
eso, se repite a menudo que los apóstoles y los primeros creyentes
"predicaban la palabra de Dios" (Hch 8:25 13:5; 15:36; 17:13), o
sinónimamente, "la palabra de evangelio" (1 P 1:25) o "la palabra de
verdad" (2 Tm 2:15). Otras veces se dice lo mismo con sólo "predicar la
palabra" (Hch 8:4). El encargo de los siervos y las siervas del Señor
es, "predique la palabra" (2 Tm 4:2), lo cual es mucho más que sólo
pronunciar sermones.
dinámica entre la proclamación y el evangelio del reino implica también
la relación inseparable entre la predicación y la Palabra de Dios. Por
eso, se repite a menudo que los apóstoles y los primeros creyentes
"predicaban la palabra de Dios" (Hch 8:25 13:5; 15:36; 17:13), o
sinónimamente, "la palabra de evangelio" (1 P 1:25) o "la palabra de
verdad" (2 Tm 2:15). Otras veces se dice lo mismo con sólo "predicar la
palabra" (Hch 8:4). El encargo de los siervos y las siervas del Señor
es, "predique la palabra" (2 Tm 4:2), lo cual es mucho más que sólo
pronunciar sermones.
La frase "palabra de Dios" tiene diversos
significados en las escrituras y en la historia de la teología. La
palabra de Dios por excelencia es el Verbo encarnado (Jn 1:1-18; Heb
1:2; Apoc 19:13, Cristo es ho logos tou theou). En las escrituras
tenemos la palabra de Dios escrita, que da testimonio al Verbo encarnado
(Jn 5:39). Pero la palabra proclamada, en predicación o en testimonio,
se llama también "palabra de Dios", donde no se refiere ni a Jesucristo
ni a las escrituras (Hch 4:31; 6:7; 8:14,25; 15:35-36; 16:32; 17:13; cf.
Lc 10.16). Cristo es la máxima y perfecta revelación de Dios, quien
después de hablarnos por diversos medios, "en estos días finales nos ha
hablado por medio de su Hijo" (Heb 1:1-2, elalêsen hêmin en huiô, "nos
habló en Hijo"). El lenguaje supremo de Dios es "en Hijo" y las
escrituras son el testimonio inspirado de esa revelación,
definitivamente normativas para toda proclamación de Cristo.
significados en las escrituras y en la historia de la teología. La
palabra de Dios por excelencia es el Verbo encarnado (Jn 1:1-18; Heb
1:2; Apoc 19:13, Cristo es ho logos tou theou). En las escrituras
tenemos la palabra de Dios escrita, que da testimonio al Verbo encarnado
(Jn 5:39). Pero la palabra proclamada, en predicación o en testimonio,
se llama también "palabra de Dios", donde no se refiere ni a Jesucristo
ni a las escrituras (Hch 4:31; 6:7; 8:14,25; 15:35-36; 16:32; 17:13; cf.
Lc 10.16). Cristo es la máxima y perfecta revelación de Dios, quien
después de hablarnos por diversos medios, "en estos días finales nos ha
hablado por medio de su Hijo" (Heb 1:1-2, elalêsen hêmin en huiô, "nos
habló en Hijo"). El lenguaje supremo de Dios es "en Hijo" y las
escrituras son el testimonio inspirado de esa revelación,
definitivamente normativas para toda proclamación de Cristo.
Pero esa proclamación oral es también "palabra de Dios", según el uso bíblico de esa frase.
Esta
comprensión de las tres modalidades de la palabra de Dios, y por ende
de la predicación como palabra de Dios cuando es fiel a las escrituras,
fue expresada en lenguaje muy enfático por Martín Lutero y reiterado con
igual énfasis por Karl Barth (KB 1/1 107; 1/2 743,751). Según la
Confesión Helvética de 1563, "la predicación de la palabra de Dios es
palabra de Dios" (praedicatio verbi Dei est verbum Dei). Lutero se
atrevió a afirmar que cuando el predicar proclama fielmente la palabra
de Dios, "su boca es la boca de Cristo". Karl Barth hace suya esta
teología de la predicación, para afirmar que la predicación es en primer
término una acción de Dios (1/2 751) en la que es Dios mismo, y sólo
Dios, quien habla (1/2 884).
Esta
comprensión de las tres modalidades de la palabra de Dios, y por ende
de la predicación como palabra de Dios cuando es fiel a las escrituras,
fue expresada en lenguaje muy enfático por Martín Lutero y reiterado con
igual énfasis por Karl Barth (KB 1/1 107; 1/2 743,751). Según la
Confesión Helvética de 1563, "la predicación de la palabra de Dios es
palabra de Dios" (praedicatio verbi Dei est verbum Dei). Lutero se
atrevió a afirmar que cuando el predicar proclama fielmente la palabra
de Dios, "su boca es la boca de Cristo". Karl Barth hace suya esta
teología de la predicación, para afirmar que la predicación es en primer
término una acción de Dios (1/2 751) en la que es Dios mismo, y sólo
Dios, quien habla (1/2 884).
Para muchas personas, que suelen entender "palabra de
Dios" como sólo la Biblia, este descubrimiento tiene implicaciones
revolucionarias para la manera de entender la predicación. Por un lado,
magnifica infinitamente la dignidad del púlpito y el privilegio de ser
portador de la palabra divino. También aumenta infinitamente nuestra
expectativa de lo que Dios puede hacer por medio de su palabra, a pesar
de nuestra debilidad e insuficiencia. Es una vocación demasiada alta y
honrosa para cualquier ser humano. Así entendido, el carácter de la
predicación como palabra de Dios nos dignifica y nos humilla a la vez.
Dios" como sólo la Biblia, este descubrimiento tiene implicaciones
revolucionarias para la manera de entender la predicación. Por un lado,
magnifica infinitamente la dignidad del púlpito y el privilegio de ser
portador de la palabra divino. También aumenta infinitamente nuestra
expectativa de lo que Dios puede hacer por medio de su palabra, a pesar
de nuestra debilidad e insuficiencia. Es una vocación demasiada alta y
honrosa para cualquier ser humano. Así entendido, el carácter de la
predicación como palabra de Dios nos dignifica y nos humilla a la vez.
Aquí vale para nuestra predicación la doble consigna
de la Reforma de tota scriptura y sola scriptura. Pablo nos da el
ejemplo de proclamar "todo el consejo de Dios" (Hch 20:20,27; Col 1:2),
sin quitarle nada, y tampoco añadirle "nada fuera de las cosas que los
profetas y Moisés dijeron…" (Hch 26:22). Quitamos de las escrituras
cuando sólo predicamos sobre ciertos temas o de ciertos libros y pasajes
de nuestra preferencia. En ese sentido, predicar desde el calendario
litúrgico tiene dos grandes ventajas: obliga al predicador a exponer
toda la amplísima gama de enseñanza bíblico, y liga la predicación con
la historia de la salvación (no sólo navidad y semana santa, sino
ascensión, domingo de Pentecostés, etc.). Pero esa práctica no debe
desplazar la predicación expositiva de libros enteros, teniendo cuidado
de incluir en la enseñanza los diferentes estratos y géneros de la
literatura bíblica.
de la Reforma de tota scriptura y sola scriptura. Pablo nos da el
ejemplo de proclamar "todo el consejo de Dios" (Hch 20:20,27; Col 1:2),
sin quitarle nada, y tampoco añadirle "nada fuera de las cosas que los
profetas y Moisés dijeron…" (Hch 26:22). Quitamos de las escrituras
cuando sólo predicamos sobre ciertos temas o de ciertos libros y pasajes
de nuestra preferencia. En ese sentido, predicar desde el calendario
litúrgico tiene dos grandes ventajas: obliga al predicador a exponer
toda la amplísima gama de enseñanza bíblico, y liga la predicación con
la historia de la salvación (no sólo navidad y semana santa, sino
ascensión, domingo de Pentecostés, etc.). Pero esa práctica no debe
desplazar la predicación expositiva de libros enteros, teniendo cuidado
de incluir en la enseñanza los diferentes estratos y géneros de la
literatura bíblica.
Aun mayor es la tentación en la predicación de añadir
al texto, como si él no fuera suficiente. Un sermón fiel a la Palabra
de Dios parte del texto bíblico y no sale de él sino profundiza en su
mensaje hasta el Amén final (Hch 2:14-36; 8:35). Muchos predicadores se
dedican más bien a sacar inferencias del texto, que aun cuando fueren
totalmente válidas lógicamente, no son bíblicas y puede hasta
contradecir el sentido del texto. Una ensalada de consejos vagos,
sugerencias abstractas y exhortaciones muy generales, aunque vengan
maquillados con textos bíblicos, no es un sermón, mucho menos palabra de
Dios. El sermón no debe ser una simple antología de ilustraciones,
anécdotas y ex abruptos sensacionalistas. El sermón tampoco es el lugar
para ventilar las opiniones personales del predicador, que no surgen de
la palabra de Dios ni se fundamentan en ella. En la predicación
contemporánea priva un "opinionismo" que raya con el sacrilegio.
al texto, como si él no fuera suficiente. Un sermón fiel a la Palabra
de Dios parte del texto bíblico y no sale de él sino profundiza en su
mensaje hasta el Amén final (Hch 2:14-36; 8:35). Muchos predicadores se
dedican más bien a sacar inferencias del texto, que aun cuando fueren
totalmente válidas lógicamente, no son bíblicas y puede hasta
contradecir el sentido del texto. Una ensalada de consejos vagos,
sugerencias abstractas y exhortaciones muy generales, aunque vengan
maquillados con textos bíblicos, no es un sermón, mucho menos palabra de
Dios. El sermón no debe ser una simple antología de ilustraciones,
anécdotas y ex abruptos sensacionalistas. El sermón tampoco es el lugar
para ventilar las opiniones personales del predicador, que no surgen de
la palabra de Dios ni se fundamentan en ella. En la predicación
contemporánea priva un "opinionismo" que raya con el sacrilegio.
El humor debe tener su debido lugar en la predicación
(la Biblia misma es una fuente rica de humor), pero siempre en función
del texto y no como fin en si mismo. El humor debe iluminar el mensaje
del texto. Jugar con la palabra de Dios es pecado, como lo es también
volverla aburrida. Los predicadores tienen que saber moverse entre la
frivolidad por un lado, y la rutina seca y el aburrimiento por otro
lado. La jocosidad frívola puede ayudar para el "éxito" del sermón y la
popularidad del predicador, pero será un obstáculo que impida la
eficacia del sermón como palabra de Dios. Hay dos peligros que evitar en
la predicación: la frivolidad, y el aburrimiento.
(la Biblia misma es una fuente rica de humor), pero siempre en función
del texto y no como fin en si mismo. El humor debe iluminar el mensaje
del texto. Jugar con la palabra de Dios es pecado, como lo es también
volverla aburrida. Los predicadores tienen que saber moverse entre la
frivolidad por un lado, y la rutina seca y el aburrimiento por otro
lado. La jocosidad frívola puede ayudar para el "éxito" del sermón y la
popularidad del predicador, pero será un obstáculo que impida la
eficacia del sermón como palabra de Dios. Hay dos peligros que evitar en
la predicación: la frivolidad, y el aburrimiento.
La predicación es una tarea bíblica, es decir,
exegética y hermenéutica. Bien ha dicho Bernard Ramm (1976:8) que la
primera preocupación del predicador no debe ser homilética (¿Cómo
predico un buen sermón?) sino hermenéutica (¿Cómo oigo la palabra de
Dios, y la hago oír?). Antes del sermón la predicadora se encuentra con
Dios en y por el texto, luchando con Dios y el texto hasta recibir de
Dios una palabra viva que sea a la vez fiel y contextual. Al presentarse
ante la comunidad, plasma ese encuentro en un sermón para compartir ese
encuentro con los demás y buscar juntos la presencia del Señor y
escuchar juntos su voz.
exegética y hermenéutica. Bien ha dicho Bernard Ramm (1976:8) que la
primera preocupación del predicador no debe ser homilética (¿Cómo
predico un buen sermón?) sino hermenéutica (¿Cómo oigo la palabra de
Dios, y la hago oír?). Antes del sermón la predicadora se encuentra con
Dios en y por el texto, luchando con Dios y el texto hasta recibir de
Dios una palabra viva que sea a la vez fiel y contextual. Al presentarse
ante la comunidad, plasma ese encuentro en un sermón para compartir ese
encuentro con los demás y buscar juntos la presencia del Señor y
escuchar juntos su voz.
La única meta del sermón, la mayor responsabilidad
del predicador y el criterio exclusivo del resultado de la predicación,
todos responden a la pregunta central, si se proclamó fielmente la
palabra de Dios. El predicador no predica para complacer a los oyentes,
para manipular sus emociones ni aun para lograr cambios religiosos y
morales en ellos. Su tarea es proclamar la palabra de Dios; no predica
buscando esa transformación sino esperándola como resultado indirecto
por la obra del Espíritu Santo. Mucho menos debe predicar con la
motivación de lograr éxito y fama como orador o erudito bíblico.
del predicador y el criterio exclusivo del resultado de la predicación,
todos responden a la pregunta central, si se proclamó fielmente la
palabra de Dios. El predicador no predica para complacer a los oyentes,
para manipular sus emociones ni aun para lograr cambios religiosos y
morales en ellos. Su tarea es proclamar la palabra de Dios; no predica
buscando esa transformación sino esperándola como resultado indirecto
por la obra del Espíritu Santo. Mucho menos debe predicar con la
motivación de lograr éxito y fama como orador o erudito bíblico.
Atreverse a predicar como Dios quiere, es un acto de
amor, de humildad y de abnegación. William Willimon ha señalado que el
verdadero predicador tiene que amar más a Dios que a su congregación. Es
una gran tentación para el predicador buscar en su ministerio la
realización de sus propios intereses y metas. La predicación fiel
comienza en el corazón del predicador. Es un corazón con un supremo amor
a Dios y su palabra, aun más que a la congregación y mucho más que a sí
mismo.
amor, de humildad y de abnegación. William Willimon ha señalado que el
verdadero predicador tiene que amar más a Dios que a su congregación. Es
una gran tentación para el predicador buscar en su ministerio la
realización de sus propios intereses y metas. La predicación fiel
comienza en el corazón del predicador. Es un corazón con un supremo amor
a Dios y su palabra, aun más que a la congregación y mucho más que a sí
mismo.
Pasa con la predicación igual que con la profecía: la
predicación fiel siempre va acompañada por la predicación falsa, que
busca complacer a la gente, se dirige por las expectativas del público y
les enseña a decir "Señor, Señor" pero no a hacer la voluntad del Padre
celestial (Mt 7:21-23). Por eso, la iglesia debe vigilar su púlpito con
todo celo en el Espíritu. No debe dejar a cualquiera que "habla lindo"
ocupar ese lugar sagrado sino sólo a los que se han demostrado maduros,
bien centrados en la Palabra y consecuentes en sus vidas. No cabe duda
que el descuido en este aspecto ha producido desviaciones y aberraciones
en las últimas décadas, produciendo daños muy serios en la iglesia.
predicación fiel siempre va acompañada por la predicación falsa, que
busca complacer a la gente, se dirige por las expectativas del público y
les enseña a decir "Señor, Señor" pero no a hacer la voluntad del Padre
celestial (Mt 7:21-23). Por eso, la iglesia debe vigilar su púlpito con
todo celo en el Espíritu. No debe dejar a cualquiera que "habla lindo"
ocupar ese lugar sagrado sino sólo a los que se han demostrado maduros,
bien centrados en la Palabra y consecuentes en sus vidas. No cabe duda
que el descuido en este aspecto ha producido desviaciones y aberraciones
en las últimas décadas, produciendo daños muy serios en la iglesia.
Es urgente también ir enseñando a las congregaciones
lo que bíblicamente deben esperar de un predicador y de un sermón. Mucho
del desorden de las últimas décadas se debe a la gran falta de
discernimiento de los mismos oyentes. A pesar del exagerado número de
horas que pasan escuchando sermones, en general no se logra una adecuada
formación bíblica y teológica para discriminar entre predicación fiel y
predicación "bonita", conmovedora o sensacionalista pero no bíblica.
Hace años el destacado orador evangélico, Cecilio Arrastía — ¡un
verdadero modelo de predicador fiel! — hablaba de la congregación como
comunidad hermenéutica en que todos sepan interpretar la palabra y
distinguir entre lo bueno y lo malo en la predicación (1 Ts 5:21; Hch
17:11; 1 Cor 14:29).
lo que bíblicamente deben esperar de un predicador y de un sermón. Mucho
del desorden de las últimas décadas se debe a la gran falta de
discernimiento de los mismos oyentes. A pesar del exagerado número de
horas que pasan escuchando sermones, en general no se logra una adecuada
formación bíblica y teológica para discriminar entre predicación fiel y
predicación "bonita", conmovedora o sensacionalista pero no bíblica.
Hace años el destacado orador evangélico, Cecilio Arrastía — ¡un
verdadero modelo de predicador fiel! — hablaba de la congregación como
comunidad hermenéutica en que todos sepan interpretar la palabra y
distinguir entre lo bueno y lo malo en la predicación (1 Ts 5:21; Hch
17:11; 1 Cor 14:29).
¡Imploremos al Espíritu de Dios que unja a nuestros
predicadores y congregaciones con amor a la palabra y discernimiento
acertado ante estos abusos!
predicadores y congregaciones con amor a la palabra y discernimiento
acertado ante estos abusos!
La predicación y el Espíritu de Dios: Por todo lo que
hemos expuesto hasta ahora, queda claro que la predicación es una tarea
muy seria, sin duda mucho más grande de lo que solemos pensar. Con
razón observa Karl Barth, en su tratado sobre nuestro tema, que la
predicación es una tarea imposible; para ella, observa, todo ser humano
es incapaz e indigno (1969:48,52). Es aun imposible que sepa de antemano
qué está pasando en la predicación, porque depende enteramente de Dios
(1969:48). Tenemos que exclamar con San Pablo, "¿Quién es competente
para semejante tarea?" (2 Cor 2:16).
hemos expuesto hasta ahora, queda claro que la predicación es una tarea
muy seria, sin duda mucho más grande de lo que solemos pensar. Con
razón observa Karl Barth, en su tratado sobre nuestro tema, que la
predicación es una tarea imposible; para ella, observa, todo ser humano
es incapaz e indigno (1969:48,52). Es aun imposible que sepa de antemano
qué está pasando en la predicación, porque depende enteramente de Dios
(1969:48). Tenemos que exclamar con San Pablo, "¿Quién es competente
para semejante tarea?" (2 Cor 2:16).
Pero gracias al Señor, la palabra de Dios nunca corre
sin que la acompañe el Espíritu divino que la ha inspirado. Un tema
constante en la teología de los Reformadores fue el de "La Palabra y el
Espíritu". La palabra sin el Espíritu conduce a una ortodoxia muerta; el
Espíritu sin la palabra llevaba, en la frase de ellos, al "entusiasmo"
desordenado. Los Reformadores enseñaban también el testimonium spiritus
sancti, sin el que la letra escrita es letra muerta. En un brillante
estudio de este tema, Bernard Ramm afirma que fue con esta doctrina que
los Reformadores evitaron un concepto cuasi-mágico de la eficacia de la
Biblia que podría compararse con el ex opere operato del tradicional
sacramentalismo católico. La palabra escrita no opera sola sino
vivificada por el Espíritu de Dios.
sin que la acompañe el Espíritu divino que la ha inspirado. Un tema
constante en la teología de los Reformadores fue el de "La Palabra y el
Espíritu". La palabra sin el Espíritu conduce a una ortodoxia muerta; el
Espíritu sin la palabra llevaba, en la frase de ellos, al "entusiasmo"
desordenado. Los Reformadores enseñaban también el testimonium spiritus
sancti, sin el que la letra escrita es letra muerta. En un brillante
estudio de este tema, Bernard Ramm afirma que fue con esta doctrina que
los Reformadores evitaron un concepto cuasi-mágico de la eficacia de la
Biblia que podría compararse con el ex opere operato del tradicional
sacramentalismo católico. La palabra escrita no opera sola sino
vivificada por el Espíritu de Dios.
En nuestro tiempo, Karl Barth ha reformulado esta
doctrina en términos muy impresionantes. La palabra de Dios, para él,
ocurre en su sentido pleno cuando Dios habla y el pueblo escucha
(1969:71). La predicación hace presente a la palabra en forma viva;
"cuando se predica el evangelio, Dios habla" (1969:19) y entonces, en la
frase de Lutero, "La palabra trae a Cristo al pueblo" (1/1 61). En ese
acto de Dios, el "Dios que habló" del pasado se convierte en un presente
"Dios que habla", siempre por las escrituras. Por la acción del
Espíritu Santo, la Palabra toma vida, como si fuera una resurrección del
texto. La predicación, así entendida, es un acto de Dios, totalmente
imposible para un ser humano (1969:21,48,52). El predicador no tiene
ningún control sobre la acción de Dios, ni puede garantizar que Dios
hablará por medio de su homilía. Eso queda totalmente en manos de Dios y
ocurre cuándo Dios quiere y dónde Dios quiere. Por eso — y esto es lo
sorprendente — la Palabra de Dios por medio de un predicador y su sermón
es siempre un milagro (1969:23,101). "En esta situación concreta puede
suceder que Dios hable y realice un milagro. Pero nosotros no debemos
incluir un milagro, por anticipado, en nuestra predicación" (1969:23).
Al predicador sólo le toca anunciar que Dios está por hablar (1969:14) y
proclamar a la comunidad lo que Dios mismo los quiere decir, mediante
la explicación, en sus propias palabras, de un pasaje de las escrituras
(1969:13).
doctrina en términos muy impresionantes. La palabra de Dios, para él,
ocurre en su sentido pleno cuando Dios habla y el pueblo escucha
(1969:71). La predicación hace presente a la palabra en forma viva;
"cuando se predica el evangelio, Dios habla" (1969:19) y entonces, en la
frase de Lutero, "La palabra trae a Cristo al pueblo" (1/1 61). En ese
acto de Dios, el "Dios que habló" del pasado se convierte en un presente
"Dios que habla", siempre por las escrituras. Por la acción del
Espíritu Santo, la Palabra toma vida, como si fuera una resurrección del
texto. La predicación, así entendida, es un acto de Dios, totalmente
imposible para un ser humano (1969:21,48,52). El predicador no tiene
ningún control sobre la acción de Dios, ni puede garantizar que Dios
hablará por medio de su homilía. Eso queda totalmente en manos de Dios y
ocurre cuándo Dios quiere y dónde Dios quiere. Por eso — y esto es lo
sorprendente — la Palabra de Dios por medio de un predicador y su sermón
es siempre un milagro (1969:23,101). "En esta situación concreta puede
suceder que Dios hable y realice un milagro. Pero nosotros no debemos
incluir un milagro, por anticipado, en nuestra predicación" (1969:23).
Al predicador sólo le toca anunciar que Dios está por hablar (1969:14) y
proclamar a la comunidad lo que Dios mismo los quiere decir, mediante
la explicación, en sus propias palabras, de un pasaje de las escrituras
(1969:13).
Esta comprensión radicalmente teocéntrica y
pneumatológica nos hace entender que la única fuerza verdadera de la
buena predicación es la obra del Espíritu Santo. A fin de cuentas, el
predicador no puede confiar en la elocuencia de su oratoria ni el
carisma y encanto de su atractiva personalidad ni nada parecido.
Reconocer que el poder del sermón no pertenece a nosotros mismos, pero
que Dios ha prometido el obrar eficaz de su Espíritu, y confiar en el
Espíritu y sólo el Espíritu, no nos permitirá emplear mecanismos de
manipulación para tratar de persuadir a los oyentes (1 Cor 1:18-2:2; 2
Cor 4:2; 12:16-17; Ef 4:14). No harán falta gritos y gemidos simulados,
ni pegajosa música de trasfondo, ni pavonearse de un lado a otro,
micrófono en mano. Es el Espíritu Santo quien penetrará en los
corazones, y nosotros los predicadores sabremos confiar en su actuar y
no interferir contra su eficaz actuar.
pneumatológica nos hace entender que la única fuerza verdadera de la
buena predicación es la obra del Espíritu Santo. A fin de cuentas, el
predicador no puede confiar en la elocuencia de su oratoria ni el
carisma y encanto de su atractiva personalidad ni nada parecido.
Reconocer que el poder del sermón no pertenece a nosotros mismos, pero
que Dios ha prometido el obrar eficaz de su Espíritu, y confiar en el
Espíritu y sólo el Espíritu, no nos permitirá emplear mecanismos de
manipulación para tratar de persuadir a los oyentes (1 Cor 1:18-2:2; 2
Cor 4:2; 12:16-17; Ef 4:14). No harán falta gritos y gemidos simulados,
ni pegajosa música de trasfondo, ni pavonearse de un lado a otro,
micrófono en mano. Es el Espíritu Santo quien penetrará en los
corazones, y nosotros los predicadores sabremos confiar en su actuar y
no interferir contra su eficaz actuar.
Por otra parte, nunca tomaremos la promesa del
Espíritu como un pretexto para la pereza. Convencidos del inmenso
privilegio de ser instrumentos del Espíritu, estudiaremos las escrituras
con mayor ahínco y prepararemos los sermones con todo cuidado y pasión.
El texto favorito de algunos predicadores, "no se preocupen de qué van a
decir; el Espíritu Santo los enseñará lo que deben responder" (Lc
12:11-12), no se aplica a la preparación de sermones ni al estudio
sistemático de las escrituras sino a casos de arresto y persecución,
cuando uno no tiene tiempo para preparar su defensa. La exégesis bíblica
no aparece entre los dones carismáticos de la iglesia. El Espíritu
Santo nos acompañará con su luz en nuestro estudio de la palabra, pero
sólo si de hecho la estudiamos (2 Tim 2:15; 1 P 3:15; Hch 17:11; 1 Tes
5:21; Mat 22:37).
Espíritu como un pretexto para la pereza. Convencidos del inmenso
privilegio de ser instrumentos del Espíritu, estudiaremos las escrituras
con mayor ahínco y prepararemos los sermones con todo cuidado y pasión.
El texto favorito de algunos predicadores, "no se preocupen de qué van a
decir; el Espíritu Santo los enseñará lo que deben responder" (Lc
12:11-12), no se aplica a la preparación de sermones ni al estudio
sistemático de las escrituras sino a casos de arresto y persecución,
cuando uno no tiene tiempo para preparar su defensa. La exégesis bíblica
no aparece entre los dones carismáticos de la iglesia. El Espíritu
Santo nos acompañará con su luz en nuestro estudio de la palabra, pero
sólo si de hecho la estudiamos (2 Tim 2:15; 1 P 3:15; Hch 17:11; 1 Tes
5:21; Mat 22:37).
La Predicación y los Sacramentos: Llama la atención
que el NT comienza con la proclamación y el sacramento juntos. Cuando
Juan vino predicando el reino de Dios, llamaba a los oyentes a un cambio
radical de actitud ("Arrepiéntanse", Mt 3:2) ratificado por una acción
sacramental (3:6, ser bautizados). Jesús también vino predicando el
reino, exigió arrepentimiento (4:17) y se dejó bautizar por Juan
(3:13-16). El evangelio de Mateo también concluye con el mandato de
evangelizar a todos los pueblos y bautizarlos (28:19).
que el NT comienza con la proclamación y el sacramento juntos. Cuando
Juan vino predicando el reino de Dios, llamaba a los oyentes a un cambio
radical de actitud ("Arrepiéntanse", Mt 3:2) ratificado por una acción
sacramental (3:6, ser bautizados). Jesús también vino predicando el
reino, exigió arrepentimiento (4:17) y se dejó bautizar por Juan
(3:13-16). El evangelio de Mateo también concluye con el mandato de
evangelizar a todos los pueblos y bautizarlos (28:19).
Proclamación y sacramento se unieron cuando Juan
apareció "predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de
pecados" (Mr 1:4; Lc 3:3; Mt 3:6,8,11). El bautismo conocido en Israel
antes de Juan era el bautismo de prosélitos. Como gentiles inmundos,
ellos tenían que limpiarse en el río Jordán y renacer como nuevas
personas, ahora judíos, hasta con nombre nuevo, según algunas fuentes.
Entonces pedirle a un judío de nacimiento que se someta a tal bautismo
era tratarlo como gentil, como que no fuera israelita, y obligarlo a
reconocerse a sí mismo como tal. Por eso el bautismo de Juan significaba
un acto de profundo arrepentimiento. Al dejarse bautizar también,
Jesús, que no tenía pecado alguno de que arrepentirse, se identificó con
los pecadores en ese escandaloso sacramento del arrepentimiento.
apareció "predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de
pecados" (Mr 1:4; Lc 3:3; Mt 3:6,8,11). El bautismo conocido en Israel
antes de Juan era el bautismo de prosélitos. Como gentiles inmundos,
ellos tenían que limpiarse en el río Jordán y renacer como nuevas
personas, ahora judíos, hasta con nombre nuevo, según algunas fuentes.
Entonces pedirle a un judío de nacimiento que se someta a tal bautismo
era tratarlo como gentil, como que no fuera israelita, y obligarlo a
reconocerse a sí mismo como tal. Por eso el bautismo de Juan significaba
un acto de profundo arrepentimiento. Al dejarse bautizar también,
Jesús, que no tenía pecado alguno de que arrepentirse, se identificó con
los pecadores en ese escandaloso sacramento del arrepentimiento.
En la acción sacramental, Dios mismo actúa en el
actuar de la comunidad, como en la predicación Dios habla en nuestro
hablar. En ese sentido, el sacramento también es milagro, parecido al
sermón. Esa correlación de palabra y acción apareció antes en los
profetas de Israel, que solían coordinar integralmente la palabra
profética y la acción profética. El acto sacramental es palpable y
visible, por una mediación material: el agua en el bautismo, el pan y el
vino en la comunión. Dios, el creador de la materia, se place en hablar
también por ella, como su lenguaje no-verbal (cf. Salmo 19:1-4).
actuar de la comunidad, como en la predicación Dios habla en nuestro
hablar. En ese sentido, el sacramento también es milagro, parecido al
sermón. Esa correlación de palabra y acción apareció antes en los
profetas de Israel, que solían coordinar integralmente la palabra
profética y la acción profética. El acto sacramental es palpable y
visible, por una mediación material: el agua en el bautismo, el pan y el
vino en la comunión. Dios, el creador de la materia, se place en hablar
también por ella, como su lenguaje no-verbal (cf. Salmo 19:1-4).
Ambos, el lenguaje verbal de Dios y su lenguaje
no-verbal, son necesidades esenciales para la comunidad y deben
mantenerse en su debido equilibrio. Ni la celebración del sacramento
debe eclipsar a la predicación, como en el catolicismo tradicional, ni
el énfasis "púlpito-céntrico" debe restarle valor e importancia a los
sacramentos. Debe haber una relación coherente y dinámica entre los dos.
no-verbal, son necesidades esenciales para la comunidad y deben
mantenerse en su debido equilibrio. Ni la celebración del sacramento
debe eclipsar a la predicación, como en el catolicismo tradicional, ni
el énfasis "púlpito-céntrico" debe restarle valor e importancia a los
sacramentos. Debe haber una relación coherente y dinámica entre los dos.
La predicación y el culto: Por "culto" entendemos la
celebración de la comunidad de fe en todos sus aspectos y momentos.
Incluye el cántico, la lectura, la oración, la confesión, el silencio,
los testimonios, el sermón y el sacramento. A veces se analizan como
leitourgia (liturgia, doxología), kerygma (proclamación) y didaje
(enseñanza) En todo debe estar presente, por lo menos implícitamente, la
diakonia (servicio, praxis). El sermón no debe verse como una
interrupción extránea del culto, tampoco la adoración congregacional
como "preliminares" para el sermón, ni el sacramento como un mero
apéndice, ni mucho menos una nota al pie, del resto de la celebración.
En el culto contemporáneo, hay una fuerte tendencia a sobredimensionar
los momentos en que nosotros hablamos a Dios (cántico, testimonios,
oraciones) pero subvalorar los momentos en que escuchamos a Dios
hablarnos a nosotros (la lectura, confesión, silencio, sermón y
sacramento).Especialmente notable y preocupante es la ausencia del
silencio en casi todos los cultos, en el que Dios nos pueda hablar.
celebración de la comunidad de fe en todos sus aspectos y momentos.
Incluye el cántico, la lectura, la oración, la confesión, el silencio,
los testimonios, el sermón y el sacramento. A veces se analizan como
leitourgia (liturgia, doxología), kerygma (proclamación) y didaje
(enseñanza) En todo debe estar presente, por lo menos implícitamente, la
diakonia (servicio, praxis). El sermón no debe verse como una
interrupción extránea del culto, tampoco la adoración congregacional
como "preliminares" para el sermón, ni el sacramento como un mero
apéndice, ni mucho menos una nota al pie, del resto de la celebración.
En el culto contemporáneo, hay una fuerte tendencia a sobredimensionar
los momentos en que nosotros hablamos a Dios (cántico, testimonios,
oraciones) pero subvalorar los momentos en que escuchamos a Dios
hablarnos a nosotros (la lectura, confesión, silencio, sermón y
sacramento).Especialmente notable y preocupante es la ausencia del
silencio en casi todos los cultos, en el que Dios nos pueda hablar.
La tendencia hoy en muchas iglesias evangélicas es de
priorizar exageradamente la "A y A" (Alabanza y Adoración) a expensas,
lamentablemente, del sermón. El cántico, a menudo estilo rock ‘n roll,
dura unas horas, repitiendo muchas veces los mismos coros, y a la hora
de proclamar la palabra, todos (incluso el predicador) están agotados.
Es común escuchar desde el púlpito frases como, "el Señor nos ha
bendecido tanto, y ahora es muy tarde, de modo que el sermoncito será
muy breve", o aun peor, "el Señor nos ha bendecido tanto esta mañana, no
vamos a tener sermón hoy".
priorizar exageradamente la "A y A" (Alabanza y Adoración) a expensas,
lamentablemente, del sermón. El cántico, a menudo estilo rock ‘n roll,
dura unas horas, repitiendo muchas veces los mismos coros, y a la hora
de proclamar la palabra, todos (incluso el predicador) están agotados.
Es común escuchar desde el púlpito frases como, "el Señor nos ha
bendecido tanto, y ahora es muy tarde, de modo que el sermoncito será
muy breve", o aun peor, "el Señor nos ha bendecido tanto esta mañana, no
vamos a tener sermón hoy".
Si se puede afirmar que el catolicismo tradicional
tendía a enfatizar tanto el sacramento que llegaba a eclipsar al sermón,
muchas congregaciones evangélicas contemporáneas están cayendo en la
misma trampa, pero sin el sacramento. Martín Lutero, a denunciar la
priorización de la misa en desmedro del sermón, pronunció palabras que
se aplican quizá aun más a muchos cultos protestantes hoy: Ahora para
corregir este abuso, lo primero es saber que la comunidad cristiana
nunca debe reunirse, sin que ahí la misma palabra de Dios sea predicada y
que se hagan oraciones… Por eso, donde no se predica la palabra de
Dios, sería mucho mejor ni cantar ni leer ni aun reunirse… Sería mejor
omitir todo lo demás, menos la palabra., porque no hay nada mejor que
dedicarnos a ella.
tendía a enfatizar tanto el sacramento que llegaba a eclipsar al sermón,
muchas congregaciones evangélicas contemporáneas están cayendo en la
misma trampa, pero sin el sacramento. Martín Lutero, a denunciar la
priorización de la misa en desmedro del sermón, pronunció palabras que
se aplican quizá aun más a muchos cultos protestantes hoy: Ahora para
corregir este abuso, lo primero es saber que la comunidad cristiana
nunca debe reunirse, sin que ahí la misma palabra de Dios sea predicada y
que se hagan oraciones… Por eso, donde no se predica la palabra de
Dios, sería mucho mejor ni cantar ni leer ni aun reunirse… Sería mejor
omitir todo lo demás, menos la palabra., porque no hay nada mejor que
dedicarnos a ella.
La predicación como voz profética: Si la predicación
es palabra viva de Dios, lo cuál es la esencia de la profecía, entonces
la predicación debe entenderse como palabra profética. Jesús mismo, el
Verbo encarnado, vino con un marcado carácter profético (Mt 16:14), y
las escrituras tienen un carácter marcadamente profético, desde el
profeta Moisés hasta los profetas hebreos, por lo que la predicación de
Cristo y de las escrituras también debe ser profética. Se puede decir
que en la Biblia los primeros predicadores, y no sólo maestros de la
ley, fueron los profetas en Israel. Aunque hoy tenemos sus profecías en
forma escrita, originalmente ellos pronunciaron sus incendiarios
discursos en plaza pública. Y hoy, si nuestra predicación es palabra de
Dios, como hemos afirmado, entonces toda predicación debe tener algo de
carácter profético. Eso es la falta más común y más seria en la mayor
parte de la predicación; de hecho, a menudo la predicación en muchas
iglesias es anti-profética y alienante. Tal predicación es infiel a la
vocación con que Dios nos ha llamado.
es palabra viva de Dios, lo cuál es la esencia de la profecía, entonces
la predicación debe entenderse como palabra profética. Jesús mismo, el
Verbo encarnado, vino con un marcado carácter profético (Mt 16:14), y
las escrituras tienen un carácter marcadamente profético, desde el
profeta Moisés hasta los profetas hebreos, por lo que la predicación de
Cristo y de las escrituras también debe ser profética. Se puede decir
que en la Biblia los primeros predicadores, y no sólo maestros de la
ley, fueron los profetas en Israel. Aunque hoy tenemos sus profecías en
forma escrita, originalmente ellos pronunciaron sus incendiarios
discursos en plaza pública. Y hoy, si nuestra predicación es palabra de
Dios, como hemos afirmado, entonces toda predicación debe tener algo de
carácter profético. Eso es la falta más común y más seria en la mayor
parte de la predicación; de hecho, a menudo la predicación en muchas
iglesias es anti-profética y alienante. Tal predicación es infiel a la
vocación con que Dios nos ha llamado.
La palabra "profecía" es uno de los términos bíblicos
que peor se entienden. Se suele entenderla como esencialmente
predicción del futuro, como revelación sobrenatural de información
secreta, o como una palabra divinamente autorizada que nadie debe
cuestionar. ¡Todo equivocado! El vaticinio de eventos futuros constituye
una mínima parte del mensaje profético. El profeta no lo era por
predecir, ni dejaba de serlo si no predecía. En segundo lugar, el AT
prohíbe y condena la adivinación, a lo que corresponde un gran
porcentaje de supuestas "palabras proféticas" hoy. Y lejos de otorgarles
a los profetas una autoridad incuestionable, casi divina, Pablo dos
veces exhorta a los fieles a examinar las profecías con discernimiento
crítico (1 Tes 5:21; 1 Cor 14:29).
que peor se entienden. Se suele entenderla como esencialmente
predicción del futuro, como revelación sobrenatural de información
secreta, o como una palabra divinamente autorizada que nadie debe
cuestionar. ¡Todo equivocado! El vaticinio de eventos futuros constituye
una mínima parte del mensaje profético. El profeta no lo era por
predecir, ni dejaba de serlo si no predecía. En segundo lugar, el AT
prohíbe y condena la adivinación, a lo que corresponde un gran
porcentaje de supuestas "palabras proféticas" hoy. Y lejos de otorgarles
a los profetas una autoridad incuestionable, casi divina, Pablo dos
veces exhorta a los fieles a examinar las profecías con discernimiento
crítico (1 Tes 5:21; 1 Cor 14:29).
Un aspecto del significado del día de Pentecostés,
pocas veces reconocido, es que aquel día marcó para siempre la
naturaleza carismática y profética de toda la iglesia, sin distingo de
género, edad o condición social (Hch 2:17-18). Eso significa un llamado
profético especialmente para los y las líderes de la iglesia y una
responsabilidad ante Dios y la historia de no traicionar esa vocación.
Una iglesia que no encuentra su voz profética, sobre todo en momentos de
crisis histórica, es simplemente una iglesia infiel.
pocas veces reconocido, es que aquel día marcó para siempre la
naturaleza carismática y profética de toda la iglesia, sin distingo de
género, edad o condición social (Hch 2:17-18). Eso significa un llamado
profético especialmente para los y las líderes de la iglesia y una
responsabilidad ante Dios y la historia de no traicionar esa vocación.
Una iglesia que no encuentra su voz profética, sobre todo en momentos de
crisis histórica, es simplemente una iglesia infiel.
La palabra viva de Dios exige obediencia en medio del
pueblo y de la historia. Una predicación que semana tras semana no
conlleva exigencia profética, y no tiene cómo obedecerse en todas las
esferas de la vida, de seguro no es Palabra de Dios. Se dedica a ofrecer
un menú variado de productos de consumo religioso pero no nos llama a
tomar la cruz y seguir al Crucificado en discipulado radical (Mt 16:24).
Nuestros tiempos nos han traído, junto con infinidad de voces
anti-proféticas, otras voces que valientemente proclamaron las buenas
nuevas del Reino de Dios y su justicia, del Shalom de Dios y del gran
Jubileo con su programa profético de igualdad. Los tres más destacados —
Dietrich Bonhoeffer, Martin Luther King y Oscar Arnulfo Romero —
sellaron su testimonio con su sangre. Dios nos los envió, en el más
auténtico linaje de los grandes profetas de los tiempos bíblicos.
pueblo y de la historia. Una predicación que semana tras semana no
conlleva exigencia profética, y no tiene cómo obedecerse en todas las
esferas de la vida, de seguro no es Palabra de Dios. Se dedica a ofrecer
un menú variado de productos de consumo religioso pero no nos llama a
tomar la cruz y seguir al Crucificado en discipulado radical (Mt 16:24).
Nuestros tiempos nos han traído, junto con infinidad de voces
anti-proféticas, otras voces que valientemente proclamaron las buenas
nuevas del Reino de Dios y su justicia, del Shalom de Dios y del gran
Jubileo con su programa profético de igualdad. Los tres más destacados —
Dietrich Bonhoeffer, Martin Luther King y Oscar Arnulfo Romero —
sellaron su testimonio con su sangre. Dios nos los envió, en el más
auténtico linaje de los grandes profetas de los tiempos bíblicos.
Que Dios nos ayude a aprender de ellos y seguir su ejemplo.
Bibliografía:
Barth, Karl, La proclamación del evangelio (Salamanca: Sígueme, 1969).
Fee, Gordon D. y Douglas Fee, La lectura eficaz de la Biblia (Miami: Editorial Vida, 1985)
Floristán,
Casiano y Juan José Tamayo ed., Conceptos fundamentales de pastoral
(Madrid: Cristiandad 1983), "Kerygma" 542-549; "Predicación", 817-830.
Léon-Dufour, Léon-Dufour Xavier, Vocabulario de teología bíblica (Barcelona: Herder 1973)
Sacramentum
Mundi, Karl Rahner ed (Barcelona: Herder 1984) 4:193-199, "Kerygma";
5:147-159, "Palabra; Palabra de Dios" y 5:535-542, "Predicación".
Ramm, Bernard, The Witness of the Spirit (Grand Rapids: Eerdmans, 1959).
Ramm, Bernard, La revelación especial y la palabra de Dios (BsAs: Aurora, 1967)
Ramm,
Bernard, "Interpretación bíblica" en Diccionario de Teología Práctica,
Rodolfo G. Turnbull ed. (Grand Rapids: T.E.L.L., 1976), pp. 5-19.
Stam, Juan, Apocalipsis y profecía (Bs.As.: Kairos 1998, pp. 26-50; 2004:33-64).
Stam, Juan, Haciendo teología en América Latina, Tomo II (San José: Ubila, 2005), pp. 379-389.
Barth, Karl, La proclamación del evangelio (Salamanca: Sígueme, 1969).
Fee, Gordon D. y Douglas Fee, La lectura eficaz de la Biblia (Miami: Editorial Vida, 1985)
Floristán,
Casiano y Juan José Tamayo ed., Conceptos fundamentales de pastoral
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